martes, 25 de marzo de 2014

Vivir su vida - Jean-Luc Godard

Nana Klein Frankenheim, irremediablemente podríamos afirmar que el infierno se hizo carne y el destino se fracturó en los vértices del origen de sus ojos. Hace más de una temporada que resumía entre imágenes la presencia de esta película, Vivir su vida. Godard es un prestidigitador de la fotografía, de las secuencias de imágenes, de jugar con ese ambar negro y blanco, de ser primerizo y catalogarse en contraste. De construirse de tan solo dos colores y demostrarnos que no estamos hechos de imagen y semejanza a Dios, no. Nosotros como simples sombras, hemos fracturado nuestro lenguaje por inhalar el humo más pesado, y encontrar la palabra necesaria que nos conduzca a Nana, queremos un  poco del barro de sus labios, de las navajas de sus cabellos, de la fruta de sus piernas y esos agujeros negros que hermandados nos dirigen la palabra, sus ojos. 
El azar no podría juzgar de manera exacta ¿como la tempestad primero fue niña y luego furiosa se encuentra hecha mujer? Dividida en doce actos, doce arcanos o capítulos que se extienden como un malabarista sobre el universo. Pero abajo, muy abajo tratando de encontrar algún dios, observamos a Juana de Arco, que carga una cruz tan pesada como evitar que la violencia haga temblar los labios de Nana. 
Cada uno juega con las barajas que su estrella le dispone, no se habla en pasado, se siente en futuro, pero se comprende en presente. No se pueda evadir la responsabilidad.

-¿Es una mujer de mundo o cursi?
-Insúltala. Si es una cursi, se enfadará. Si es una mujer de mundo sonreirá.
se va degenerando

Y todos los hijos de Hades podrían decir solo colores oscuros como Nana, un color pretérito a todos los tiempos; o colores antiguos como Dimitri, diorama de la resurrección de algún cuervo de Poe.


domingo, 2 de marzo de 2014

Los secretos de Harry - Woody Allen

No soy un partidario del cine que hace Woody, pero no puedo negar que esta ha sido una de sus películas con las que he reído un tanto más extenso. Dios, esposas, hipocondriaco, prostitutas, pastillas, alcohol, y claro, una ligera venganza contra la literatura. Woody quiso ser escritor, novelista trágico o de comedias, da igual, él quería escribir, pero no pudo, todos queremos muchas cosas, algunas llegan, otras no. En la búsqueda de nuestra bandera siempre terminamos recorriendo otro camino, sucedió con Woody, se hizo cineasta, y lo hizo bien. La literatura era un animal lúcido, no oligofrénico. Y Woody lo sabe bien, le teme a los seres que pretenden la perfección, que tratan de emular a la oquedad y anudarse oblicuamente mirando a todos los puntos cardinales. La literatura es un caso perdido para Woody, desde un inicio supo que era esa madre que lo castro de una etapa oral, lo castro del génesis de los placeres. La necesidad de la congoja y el amamantamiento. Woody, sabe que no hay literatura sin madre, que este no es capaz de construir una, por eso se entrega al nihilismo, a ser un náufrago y amar las constelaciones del mar, todas las estrellas del mar. Woody, al igual que Harry no puede entregarse completamente, necesita un cable a tierra a la tierra de sus propios principios, otro territorio flotando en las coordenadas del subterráneo tecleo de tu remington. El pequeño Woody y su inocente búsqueda de amar, o de errar, tan contemporáneo como todas las enfermedades venéreas adaptándose a él. En esta película actúa Woody en todos los papeles, es el niño sin padre, la prostituta con misericordia sobre los desdichados, la hermana que se siente atraída por su cuñado, el judío compulsivo, el miedo a la enfermedad, la angustia con todos sus principios, el maquinador y maquinado, y sobre todo el dios que se asemeja hombre y termina niño.