sábado, 11 de enero de 2014

Martin Scorsese - Buenos Muchachos

Migraña y hambre, es lo peor que uno puede reunir a la hora de despertar, después de estar todo el día fumando en el cuarto en donde vivo ya hace no menos de un mes. Dormir, drogarse, comer y cagar: son actos instintivos de una pequeña vida desahuciada. Lo peor es que ni si quiera puedo empezar bien todo esto, hoy no va. La resaca de la hierba es una ociosidad demasiado ostentosa, que a veces no me gusta pagarla, creo que a nadie. Pero hablemos de otras cosas, por ejemplo: existen muchos tipos de suicidios, algunos eligen 33 pastillas de seconal otros ser prisioneros trabajólicos; unos eligen velocidad, violencia; otros, el trágico martirio de extender y jugarse con el tiempo. Al final, todos terminan ante la misma puerta, la soledad y la muerte, como en Buenos Muchachos de Scorsese. Uno termina aterrado de esta idea de confianza, producto de la complicidad facinerosa.  No existen buenos amigos cuando la distancia es mucho dinero, y si ese dinero es robado, peor aún. Hacen que uno termine escondiéndose bajo las faldas de la muerte, un lugar frío pero supuestamente seguro. Tal vez creamos que en la oscuridad podamos a llegar mimetizarnos tanto que no podríamos ni reconocernos. Muerte tras muerte, uno va sintiendo que en algún momento inicia la guerra entre familias, pero no. Scorsese en vez de eso nos introduce drogas, sí, más drogas, cocaína mucha cocaína. Es el camino más rápido, el by pass para llegar de prisa a una función de la comedia de la muerte. Si no te matan por ella, ella te mata. O te matan o te matan, algo sencillo que cualquiera puede entenderlo. Y Travis, perdón Robert de Niro, algo cansado pero siempre estudiando la situación, el semblante de algún trastorno postguerra han hecho de este personaje todo un arquetipo del cine. Al final, Robert, termina recurriendo a la única ley que todos entienden, si no te llego a matar, ta vez tú me puedas matar, y uno debe entender que a uno no le gusta asumir riesgos. O terminas  de ver la película o no, terminé de ver la película, y creo que Clemenza está algo disgustado, no le gustó ese acento italiano que tan poco sentía uno. Lo apoyo. Ha cogido sus dos pistolas, salió sin despedirse. Voy tras él. 

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